Artículo de Jorge Dezcallar Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

India, el gigante silencioso

Nueva Delhi comienza a mirar hacia Washington con interés, como un contrapeso necesario a la creciente influencia de China en Asia. Más por necesidad que por gusto

El primer ministro de la India, Narendra Modi, en 2019

Mientras europeos y americanos celebramos el éxito diplomático de la reciente cumbre de la OTAN y seguimos muy preocupados con el gas ruso, Moscú no pierde el tiempo: Lavrov ha hecho una gira propagandística por África y Putin se ha reunido con los “países TAN” (Kazajistán, etc) de Asia Central y ha celebrado una importante cumbre telemática con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Todo ello, como parte de un esfuerzo por consolidar zonas geográficas de confort con vistas a un futuro incierto. Entre esos países destaca la India, la mayor democracia del mundo (1400 millones) que con Narendra Modi está abandonando la tradicional política de no alineamiento en favor de opciones más comprometidas que le exigen tomar partido y hacer encaje de bolillos, porque sus pasos son seguidos con lupa por Beijing, Moscú, Washington y Karachi. No lo tiene fácil.