Doce años dan para mucho. Más aún en épocas convulsas. Josep Maria Fonalleras y yo hemos compartido 13 veranos, 12 inviernos y un ‘procés’ en un espacio de pensamiento, palabras y papel. Durante este tiempo, nuestras posiciones han vivido vaivenes e inclinaciones, imposible no sufrirlas cuando la tierra se inclina. A veces, nuestras miradas se alejaban, como la de cientos de miles de catalanes. Otras veces se reencontraban, como la de tantos. Hemos compartido complicidad y respetado la discrepancia, porque siempre hemos sabido que, pasara lo que pasara, la mano del otro estaría tendida. Un apoyo firme, aunque el vendaval aullara a nuestro alrededor. Hemos clamado juntos por algo tan poco sexy como el sentido común. Hemos llorado juntos cuando la irracionalidad nos superaba. Y nos hemos reído, especialmente de nosotros mismos. Si esta fuera una despedida, el almíbar acabaría empapando este texto. Pero no lo es.