He conocido al menos dos escritores descalzos, Gabriel García Márquez y Juan Marsé. Es decir, gente que se retrataba, escribiendo o en casa, sin zapatos, sin sandalias, sin nada en los pies y, además, en ambos casos, en el de Gabo y también en el de Juan, con las manos agarrándose las cabezas como si se les fueran a escapar los sustantivos. Ambos, por cierto, eran más de sustantivos, aunque es verdad que el catalán era radical en esa disciplina, mientras que el colombiano llenó, por ejemplo, Cien años de soledad de calificativos que parecían historias, para arreglárselas con la sobriedad del idioma en un libro igualmente memorable: El coronel no tiene quien le escriba.
ESPEJO DE PAPEL
Queriendo tanto a Juan Marsé
Juan Marsé, en la presentación del volumen que reunía sus relatos en el 2017. /
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