Se suele decir que si te engañan una vez no es culpa tuya, pero que sí lo es si te engañan dos veces. No es fácil evitarlo porque vivimos en una sociedad donde los políticos mienten más que hablan (no “acostarse” con Podemos, no pactar con Bildu, propugnar un referéndum de autodeterminación para el Sahara, etcétera), y porque están de moda las “verdades alternativas” que inició Donald Trump cuando ante un ‘mall’ de Washington medio vacío afirmó con desparpajo que la ceremonia de su toma de posesión había sido la más seguida de la historia. A partir de ahí, el ‘New York Times’ se dedicó a contar los millares de falsedades que salieron de su boca durante su mandato, que terminó como había comenzado, negando contra toda evidencia haber perdido las elecciones y tener nada que ver con el bochornoso asalto al Capitolio. En otras latitudes ocurre tres cuartos de lo mismo, con Putin negando por sus muertos a quien quisiera escucharle, hasta el mismo día antes del pasado 24 de febrero, que tuviera intención de invadir Ucrania, o con Boris Johnson que no recordaba haber organizado guateques en plena pandemia mientras sus conciudadanos no podían salir de casa.
Artículo de Jorge Dezcallar Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Difama, que algo queda
Confieso que nunca pensé que diría algo parecido, pero ante la gravedad de lo ocurrido coincido con mi admirado Iñaki Gabilondo en que en esto todos somos Pablo Iglesias
Pablo Iglesias y Antonio García Ferreras. /
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