Los aragoneses tienen la mejor palabra del universo, 'zarrio', para definir las ropas sin lustre que llevan siglos olvidadas en el armario y, por extensión, aquellos cachivaches que a fuerza de ignorarlos han perdido su sentido. En eso ando, poniendo orden en casa, deshaciéndome de trastos, chismes y baratijas, engullida por el bochorno. Nada que ver con el rollo talibán de Marie Kondo, sino puro sentido común: ¿para qué quiero 56 marcapáginas si no puedo leer 56 libros a la vez? Tarros vacíos de mermelada, tarjetas de presentación, imanes de nevera horribles, una radiografía del astrágalo, cintas VHS, un palo que recogí en una excursión al nacimiento del río Pitarque… Me lo llevé para pintarlo de verde porque tenía forma de caimán, pero ahí sigue impertérrito, casi diez años después, siendo tan solo eso, un palitroque de color madera. Aventuré que el zafarrancho duraría un par de fines de semana a lo sumo, pero el otoño me pillará haciendo sábado existencial, cajón por cajón. Tengo pavor al escritorio y aledaños. Los dichosos papeles.
Ritos veraniegos | Artículo de Olga Merino Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La tarea de vaciar los cajones
En el proceso de hacer sábado, los objetos, trastos y cachivaches cogen vuelo espiritual
Objetos en un puesto de los Encants de Barcelona.
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