Mientras leo un artículo del periódico desplegado sobre la mesa de trabajo, mi mano derecha se desplaza a ciegas en busca de la taza de té, de la que pretendo dar un sorbo. Mi mano no tiene ojos, pero conoce el recorrido, calcula las distancias y distingue las formas. En esta ocasión, ha llegado donde debería hallarse la taza, pero no tropieza con ella. Yo no aparto mi vista del periódico para no interrumpir la lectura del artículo. Confío en que mi mano dará enseguida con lo que busca. Sin embargo, pasada una décima de segundo, lo que tocan mis dedos son otros dedos pequeños, como de bebé. Sobresaltado, abandono el artículo, dirijo la mirada hacia el lugar de los hechos y no veo otra cosa que la taza. ¿Entonces? ¿Acaso mi mano ha sufrido una alucinación?
El trasluz | Artículo de Juan José Millás Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
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Me vino a la memoria un incidente de la infancia: un día en el que tenía fiebre, noté que las plantas de mis pies eran tocadas por las plantas de otros pies
Una madre sostiene la mano de su bebé. /
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