Artículo de Jordi Serrallonga Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El viaje ilustrado

Antes de la fotografía y el cine, la única manera de acercar al público un lejano objeto o espécimen era dibujarlo en el cuaderno de viaje

Una joven escribe en una libreta junto a una pila de libros. / Pexels / Monstera

Para un primate y científico nómada que –sea lejos o cerca– siempre viaja acompañado de su inseparable libreta de campo (una Moleskine por expedición), resulta emotivo que el Museu Etnològic i de Cultures del Món haya dedicado una exposición a la ciencia, los viajes y la ilustración. ‘El Viaje Ilustrado. Cuadernos de campo: del lápiz al mundo digital’ puede visitarse, hasta el 6 de noviembre, en la calle de Montcada. En el palacio de enfrente, el personaje que da nombre a otro museo allí ubicado también fue ávido usuario –junto al viajero Bruce Chatwin y el artista Salvador Dalí– de las míticas Moleskine originales: Pablo Picasso. Pero el viaje ilustrado no es cuestión de marcas o fama, ni tan siquiera de itinerarios más o menos exóticos. Solo hace falta observar el mundo con curiosidad y plasmarlo incluso en un viejo calendario o un sobre de correos ya usado. Y es que, al entrar en la exposición, no puedo evitar pensar en dos de mis maestros. Para ellos, en plena posguerra, cualquier trozo de papel era un tesoro: la oportunidad de representar y divulgar aquello que veían sus ojos o se escondía en sus mentes.