APUNTE

El ataúd olímpico

Alejandro Blanco, este lunes, durante un acto del COE en el día del refugiado. / COE

Si nos pusiéramos facilones con la crítica diríamos que cuando la política interfiere en el deporte las posibilidades de estropear las cosas se multiplican exponencialmente. Pero no tiene por qué ser así. A veces, con la política involucrada hasta las cejas, los propósitos se cumplen. Por ejemplo, pronto empezaremos todos a conmemorar los 30 años de los Juegos Olímpicos de Barcelona, imposible sin el consenso político que se logró forjar entonces. Era buena política.