Artículo de Olga Merino Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

¿Manga corta o manga larga?

El mangacortismo puede derivar hacia una aberración imperdonable: la camiseta de tirantes

Jeremy Irons, en 2019 el BCN Film Fest. / RICARD CUGAT

Hace cosa de mes y medio, antes de que se echaran encima estos calores del averno, Juan Tallón (‘Obra maestra’, Anagrama) lanzó, en esta tribuna y desde Ourense, una andanada contra la camisa de manga corta en verano, al considerarla una «prenda vacía» cuyo uso arroja por la borda cualquier atisbo de clase. Otra cosa son las camisetas, decía. Y los polos —añadimos—, llamados niquis en el desarrollismo, ese atavío de punto, con cuello, abotonado por delante en la parte superior, con cocodrilo, laureles o a pelo. Poco después, otro escritor, José Antonio Montano (‘Inspiración para leer’, Jot Down Books), recogía el guante en 'The Objective' y, desde la tórrida Málaga, arremetía contra la «cursilada» del mangalarguismo canicular y sus defensores, «eccehomos veraniegos» azotados por el anhelo culpable de tener que subirse las mangas a cada rato, de pelear con el «orugamiento» en torno a sus brazos, pues esos «pulserones flácidos» insisten en desplegarse enseguida. Un sinvivir. La condena textil de Sísifo. Así, el refrescante e inofensivo debate, tal vez la única serpiente estival que nacerá este año en el terrario, ha trepado hasta Twitter y se ha enriquecido con inestimables contribuciones de escritores como Sergio del Molino, Carlos Mayoral, Mercedes Cebrián, Rodrigo Blanco Calderón e Ignacio Vidal-Folch, para quien la camisa de manga corta es «una horterada triste con tufo a franquismo y a oficina siniestra».

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