No hay nada como ver un partido de fútbol en el campo. Y me atrevo a decir que no hay nada como un partido de futbol nocturno, cuando se amansa el calor y el olor a hierba penetra en tu memoria para llevarte hacia aquellos otros partidos, los que viste con tu padre, de niño. En mi caso, por ejemplo, contra el Stuttgart o contra el San Lorenzo de Almagro, que son los equipos que venían a jugar a Montilivi (en los 70), en el Torneo Costa Brava, y prometían, entonces, una velada de altos vuelos futbolísticos. En casa, tienes repeticiones y patatitas y cervezas, pero en el campo resucita ese monstruo escondido que se desata de las oscuridades del recuerdo y te agarra y te grita que no hay deporte como éste, por mucho que Adam Sandler, en esa película que no está nada mal (“Hustle”, Garra), diga que odia el fútbol.
UN SOFÁ EN EL CÉSPED
Preparados para volar
El ambiente de Montilivi, con un llenazo hasta la bandera en el partido de ida. /
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