Recuerdo que cuando firmé mi primer contrato (a pesar de su precariedad) uno de los logros era que, por cotizar, el día de mañana podría tener una pensión o poder solicitar desempleo. Aquello, siendo mujer, era ya un primer alivio. Muchas madres, que nunca tuvieron esos derechos, nos hicieron conscientes de ello. En cambio, en ese mismo tiempo, centenares de mujeres eran consideradas trabajadoras de segunda en uno de los trabajos más sacrificados y menos reconocidos, a pesar de que las empleadas de hogar fueron personal esencial durante la pandemia y sin ninguna protección. Pero fue ahí donde muchas personas abrieron los ojos a las condiciones de semiesclavitud de sus trabajos, sobre todo, las que están internas. Hablaban con miedo, con sus voces distorsionadas o sus rostros tapados en televisión, porque había quienes se aprovechaban, además, de que fueran inmigrantes para amenazarlas más.
Artículo de Ana Bernal-Triviño Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La lucha de las trabajadoras domésticas
Las empleadas del hogar han roto un buen techo, el de unos derechos que parecían inalcanzables frente a un sistema que las marginaba porque le convenía
Las empleadas del hogar tendrán derecho a paro como el resto de los trabajadores /
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