De pequeño, jugaba a las caravanas en el salón de casa. Sobre las baldosas, desplegaba en fila mi escudería de coches de juguete creando una serpiente multicolor (el término lo robaba de los resúmenes de la Vuelta a España de ciclismo de después del Telediario, todo vale en la infancia) que avanzaba milímetro a milímetro. Los responsables –los culpables– de la caravana eran los camiones, por supuesto, quiénes si no, grandes vehículos de plástico con gruesas ruedas que intimidaban a mis réplicas de automóviles. Durante horas –el reloj, en la niñez, tiene sus propias reglas y las rodillas entonces lo aguantaban todo– la caravana se desplazaba, sinuosa, por los recodos del salón. Hasta que la paciencia se agotaba, el aburrimiento prendía, y la larga fila llegaba a la autopista, cuyo inicio marcaba la junta de una baldosa y una barrera de Tente. Entonces, los reprimidos coches se desplegaban por el suelo, uno, dos, tres, cuatro, cinco carriles por baldosa, aceleraban y dejaban atrás a los odiosos camiones, más allá del sofá.
Décima avenida Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Atascos en la AP-7: Caravanas de irracionalidad
La AP-7 ya es como las Rondas de Barcelona: saturada, basta una incidencia para bloquearla
Retenciones de hasta 16 kilómetros en la AP-7 dirección Tarragona. /
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