Si de algún defecto adolece el Gobierno de Pedro Sánchez es de su torpeza para gestionar con acierto algunos asuntos conflictivos, incluso en aquellos casos que luego tienen un final feliz. Ha dado muestras de ello en numerosas ocasiones. Las últimas, el Catalangate o la crisis de las relaciones con Marruecos que ahora ha derivado en un conflicto bilateral con Argelia. El problema no radica tanto en que el Ejecutivo tome decisiones equivocadas —algunas veces, sí— sino en el proceso que sigue para adoptarlas, en el modo en que se enreda consigo mismo y en la tendencia demostrada a ignorar la necesidad de alcanzar previamente algunos consensos. Habría que sumar a todo eso una falta de transparencia que clama al cielo.
Artículo de Rosa Paz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Torpe gestión de los conflictos
La diplomacia tiene mucho de sutileza y no parece que esa haya sido en esta ocasión una de las virtudes de la actuación española
Pedro Sánchez y José Manuel Albares, junto a Mohamed VI. / EFE
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