El trasluz | Artículo de Juan José Millás Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Vivir en pecado mortal

Todo se puede imaginar, pero no todo lo que se imagina debe llevarse a la práctica

Manos de una mujer anciana y una joven, los dos perfiles que más sufren la soledad en Barcelona. / Archivo

La gente que mata lo imagina antes de hacerlo. Pongamos que uno tiene una abuela rica a la que espera heredar. Pongamos que la abuela va cumpliendo años sin morirse (es posible: véase Isabel II). Pongamos que el nieto comienza a adquirir deudas a cuenta de una herencia que no llega. Pongamos que el nieto se mete un día en la cama y fantasea con la defunción de la anciana. ¿Quién no ha imaginado que alguien se muere? Ese es sin duda el primer paso. El segundo, imaginar que matas a ese alguien. La mayoría de la gente se queda en el primer paso, que también tiene sus peligros. Yo mismo imaginé de niño que se moría un profesor al que odiaba. El caso es que se murió y, debido al pensamiento mágico propio de la infancia, pensé que lo había matado yo. Me remordía tanto la conciencia que ni siquiera llegué a confesarme y viví en pecado mortal durante varios años, expuesto a tener un accidente e ir al infierno de cabeza. Ya de mayor, hablándolo con mi psicoanalista, logré liberarme de aquella culpa antigua. Aunque no del todo, si he de ser sincero.