Esperábamos el otro día en un paso de peatones servidora y una chica jovencita en ropa de deporte, a quien el tráfico de la autopista había interrumpido en su atlético entreno. «Chochoooooooooo», le gritó un tipo al volante de una furgoneta de servicios, mientras se inclinaba peligrosamente hacia la ventanilla contraria. Hasta tal punto se exaltó en su alarido, que el compañero que viajaba en el asiento del copiloto le tuvo que enderezar de un golpe el volante evitando que se subiera al bordillo, invadiera el jardín y se estampara contra una farola cercana. «Uy, por los pelos. Qué pena, ¿no?», me dijo la muchacha guiñándome el ojo. «Pues sí. No siempre funciona la selección natural de las especies», le respondí mientras la veía reemprender la carrera. Hubiera estado bien que el exabrupto machirulo acabara en una buena castaña. Sin víctimas, pero con un parte al seguro, un par de horas esperando al sol, la grúa, la bronca del jefe, las miradas asesinas del colega que ya no llega a recoger a su hija a la guardería y media docena de clientes cabreados sin sus reparaciones. Seguro que se inventaría algo como ‘un despiste’ para explicar un accidente y nunca contaría la verdad: que le ocurrió por ser un bocazas invasivo. Pero la justicia poética es tan escasa como la otra. De manera que el patán siguió su camino sintiéndose un hombre con suerte, desbordante de gracejo, que reparte ingenio y lisonjas con generosidad. Para qué perder el tiempo en explicarle que pertenece a una especie en vías de extinción, la del penoso perpetrador de piropos.
El desliz | Artículo de Pilar Garcés Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Piropos y muestras de admiración
Según la ultraderecha, el feminismo, en su avance imparable, tiene la culpa de que a las señoras ya no les digan requiebros desde los andamios y las terrazas a la hora del carajillo
Manifestación del Movimiento Feminista de Madrid bajo el eslogan El feminismo es abolicionista. EFE/Luca Piergiovanni
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