Hace 40 años había cumplido la mayoría de edad, pude votar en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN y voté en contra. Desde la izquierda muchos veíamos a dicha organización como una extensión del imperialismo 'yanki' y un peligro para la paz mundial. Con el tiempo me di cuenta de que el Gobierno de Felipe González tenía razón y que lo más conveniente para nuestro país era la doble pertenencia, a las Comunidades Europeas y a la OTAN. Al cabo de unos pocos años, la URSS se hundió y el Pacto de Varsovia desapareció, mientras la OTAN entró en una fase de hibernación y aparente falta de sentido. Hoy me sorprende que se explique la invasión de Ucrania como consecuencia o respuesta a la ampliación de dicha organización hacia el Este. Dicho argumento es fundamentalmente un pretexto que escarba en algunas promesas verbales incumplidas cuando se desmoronó el bloque comunista, pero que busca culpabilizar a Occidente del resentimiento que hoy exhibe el expansionismo ruso. Además, la explicación no se atiene a los hechos. Entre 1999 y 2004, que es cuando se produce la incorporación de esos países, el Kremlin ni protesta ni amenaza. La causa de la guerra es el fracaso de vía democrática en Rusia y la deriva autocrática del régimen de Putin a partir de 2011. Si la Federación rusa fuera hoy una democracia no habría habido guerra, sino diplomacia. Probablemente, Rusia sería una aliada de la OTAN, no olvidemos que Putin asistió hasta 2014 a las reuniones del G-8.