Apunte

San Teutbaldum

La fiesta en el Santiago Bernabéu tras ganar la Champions. / REAL MADRID

Como barcelonista hay al menos dos maneras de asumir la 'decimocurtuá' (como titulaba 'Marca' en un exceso triunfal del periodismo lúdico-lingüístico). De hecho, la primera es no asumirla, no asumir el éxito de los merengues, como contaba hace unas semanas a raíz de la sobrenatural manera en que el Madrid se cargó al City. El Madrid no existe. Nos levantamos el domingo y hacemos ver como si no hubiese pasado nada. Con variantes. Quizá la mejor es la de mi amigo Josep Domènech, que me escribe así: “La Champions es una competición que, si cada año ganan los mismos, perderá todo su prestigio”. El Madrid sigue ahí, claro, como una espinita clavada en el corazón, “pero tanto da”, añade Domènech, “que sean 13 o 14; a estas alturas tanto da”. En el otro lado de la balanza, mi yerno, que está en las antípodas (es del Madrid) y que celebró la Champions dando vueltas (saltando y ejecutando cabriolas en solitario) alrededor de un lago de nombre muy lejano, después de haber sufrido como nadie mientras escuchaba el partido por la radio.