Cada día, según la asociación de mujeres pakistanís que organizó un encuentro de duelo y protesta en el Raval por el asesinato de las jóvenes de Terrassa Aneesa y Urooj, alguna mujer perteneciente a esta comunidad residente en Catalunya les expone situaciones de dominación en el seno de la familia o de deseo de huir de un matrimonio forzado. Aunque estas situaciones no acaben con un desenlace brutalmente criminal, se trata de una realidad intolerable e humillante que vivimos en nuestro entorno más inmediato sin ser conscientes de ello. La utilización de estos enlaces como fórmula para sortear la ley de extranjería no parece ser poco habitual. Son jóvenes a veces nacidas en Catalunya, otras veces criadas y escolarizadas aquí, utilizadas como un bien comercializable para obtener la entrada legal en España de parientes o conocidos de la familia. Sea cual sea su situación administrativa, estas jóvenes forman parte de nuestra sociedad, y merecen protección.
La lucha contra otro fenómeno en que no se podía asumir como una costumbre sin más lo que era un atentado a la dignidad humana, la ablación de clítoris, ha avanzado gracias a la utilización de mecanismos de pedagogía, detección, alerta e intervención con la colaboración de educadores, sanitarios y policías. Un dispositivo similar debería ofrecer alternativas a las jóvenes que quieren evitar las riendas de un matrimonio contra su voluntad. Un paso que difícilmente darán sin formación, dominio del idioma o integración en las redes escolar, sanitaria y de servicios sociales.
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