El arquitecto, tal como lo conocíamos socialmente hasta hace poco, ha muerto. La crisis de 2008 le dio la puntilla. Pero ya estaba pachucho. Por un lado, se había engolado con el fenómeno de los 'ego-arquitectos' estrella, que acabaron estrellados. Por otro, una pandilla de 'arqui-ejecutivos' solo preocupados por construir más a toda costa. Valga la broma. Y mientras, el profesional que antaño recibió respeto por su voluntad de crear espacios para vivir, cayó en un mero conseguidor del requisito legal para fabricar productos donde cupiese gente dentro. Los arquitectos ya pintamos muy poco. Nuestras atribuciones nos las han cepillado ingenieros y aparejadores, con la aquiescencia del gremio. La administración nos ha hundido en una burocracia absolutamente ridícula que convierte las licencias en un viacrucis. Y han venido a rematarnos los 'project managers', obsesionados con abaratar y acelerar, a costa del resultado. Es decir, cada vez hacemos menos edificación y más papeleo, menos proyecto y más paripé.
Artículo de Juli Capella Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El arquitecto muta
El profesional que antaño recibió respeto por su voluntad de crear espacios para vivir, cayó en un mero conseguidor del requisito legal para fabricar productos donde cupiese gente dentro
El edificio cooperativo La Borda fue construido con criterios energéticamente eficientes y sostenibles. /
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