Artículo de Albert Soler Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Zelenski en los toros, en el bar y de comunión

No voy a negar que la invasión rusa de Ucrania está fea, pero la del presidente ucraniano en nuestras vidas es un rato pesada

EFE/EPA/LISELOTTE SABROE

Zelenski en el Congreso, señalando a las empresas españolas que, según él, se portan mal porque tienen tratos con Rusia. Zelenski de 'tournée' por un montón de parlamentos. Zelenski en la ONU. Zelenski en Cannes reclamando al cine que no calle. Zelenski en los Grammy, asesorando sobre qué deben decir las letras de las canciones. Zelenski en la comunión de su sobrina de usted, lector, el próximo fin de semana, a poco que los padres de la niña se despisten. Me paso los días en tensión. Sabiendo que en cualquier acto, del tipo que sea, en cualquier lugar del mundo, puede aparecer Zelenski con su jerseicito verde (¿no tiene otro?), de esos que venden en la sección de caza del Decathlon, dando la tabarra en vídeo, me parece verlo por todas partes. Cuando estoy en el Fogons mirando el fútbol, no me atrevo a ir al baño, no sea que me aparezca bajo la tapa del retrete. ¿Orinar, por tanto, en la calle? Imposible. ¿Y si surge sobre la copa de un árbol? Al llegar a casa, con la vejiga a punto de explotar, subo a pie para evitar encontrármelo en el ascensor. Eludo ver la televisión por si aprovecha para asomar en ella. No voy a negar que la invasión rusa de Ucrania está fea, pero la de Zelenski en nuestras vidas es un rato pesada.