Se me ha roto la taza en la que llevaba tomando el té desde hace quince años. Antes, me tomaba también en ella el café, que suprimí por recomendación del médico. Llevábamos juntos, en fin, unas dos décadas. Yo estaba hecho a ella y ella a mí. Cuando la conducía a los labios, su borde me resultaba familiar. Podríamos decir, casi, que me besaba al tiempo de facilitarme la bebida. Y se hallaba siempre junto al ordenador, proporcionándome una compañía de la que no he sido consciente hasta que se me ha roto al fregarla (solo yo la tocaba). Se me escurrió de entre los dedos y se dividió en cuatro pedazos contra la dura superficie del fregadero.
El trasluz | Artículo de Juan José Millás Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La vida de los objetos
En cierto modo, pienso ahora, la taza estaba viva. Establecemos con determinados objetos una intimidad extraña
Taza de té. /
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