Deslumbrados por el brillo de los logros del primer equipo femenino del FC Barcelona, que el sábado disputa su tercera final de Champions en cuatro años después de haber completado una Liga Iberdrola perfecta y de haber batido en dos ocasiones el récord mundial de asistencia a un partido de fútbol jugado por mujeres, corremos el peligro de perder de vista una realidad inquietante y cada vez más palmaria: en su loable -y necesario- empeño por elevar el nivel del balompié femenino para captar nuevas audiencias e iniciar una cadena virtuosa que permita avanzar hacia la igualdad, el Barça parece ir por un lado mientras los organismos que gobiernan el fútbol español van por otro.
Análisis
Rubiales contra el fútbol femenino
Luis Rubiales, durante una comparecencia en la sede de la RFEF.
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