Si Josep Pla hubiera estado vivo hace veinte años muy probablemente habría escrito, a la manera de sus crónicas costumbristas en un autobús, sobre las facecias de los viajeros que desde 2002 han tomado un vuelo de Ryanair. En este tiempo, más de 400 millones de personas han volado desde España o con destino a España en uno de los aparatos de la compañía irlandesa que ha glorificado los trayectos baratos y también se ha hartado de acumular polémicas, subvenciones en forma de chantaje (o al revés), sustos y disputas laborales. Ryanair significó, dicen, la democratización de los vuelos aéreos. Todo el mundo podía volar y, en consecuencia, el espacio reservado a una determinada clase social se amplió a un público mayoritario. Por eso hubo un momento en que los viajes se convirtieron en trayectos similares a los de los autobuses de Pla. Los aplausos al aterrizar, el cachondeo general con los sorteos, las correderas para encontrar un buen asiento. Solo faltaban las jaulas con gallinas ponedoras en los armarios de las maletas. Todos tenemos anécdotas de los vuelos de Ryanair. Divertidas, amargas, heroicas o ridículas. Y muchos aún acuden al fisio para recuperarse del anquilosamiento de las extremidades.
Pros y contras | Artículo de Josep Maria Fonalleras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Veinte años de los vuelos de Ryanair
Más de 400 millones de personas han volado desde España o con destino a España en uno de los aparatos de la compañía irlandesa que ha glorificado los trayectos baratos y también se ha hartado de acumular polémicas
Imagen de archivo de un avión de Ryanair.
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