Tal vez era inevitable, pero no debería serlo. Cuando se produce la filtración de documentos oficiales sensibles, sean borradores de sentencias, vídeos de investigaciones policiales sometidos a secreto de sumario o, incluso, como ahora, nada más y nada menos que un documento relacionado con los servicios secretos del Estado, lo primero que hay que sentir es estupor de que haya gente tan disparatadamente cotilla como para no poder asumir con seriedad las responsabilidades ínsitas al cargo por el que cobra un sueldo que pagamos todos con nuestros impuestos. Y que, además, siempre encuentre a un periodista que le haga de correa de transmisión, a saber por qué motivos, aunque esto es tal vez sea lo de menos, dado que la libertad de información es uno de los pilares esenciales de la democracia.
Artículo de Jordi Nieva-Fenoll Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Pegasus: primera filtración
El juez debe justificar que no se pudo recurrir a otra medida menos lesiva para conseguir investigar eficientemente, y que además existió una sospecha fundamentada
Margarita Robles en el Congreso de los Diputados durante la comisión sobre el espionaje con Pegasus. /
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