Por lo general a un pijo no le molesta que le llamen pijo, al igual que a un progre no le molesta que se le llame así. Tal vez porque en el fondo ambos sienten un orgullo de pertenencia a esa condición. En todas las ciudades, como en Barcelona, existe una colección de grupos etiquetados según su modo de vida, su pertenencia de clase, su ideología y sus costumbres. Entre un progre y un pijo hay una variedad de etiquetas que se entremezclan las unas con las otras y que son el resultado de la necesidad que tenemos socialmente de encuadrarnos en una comunidad. Los punk, los perroflautas serían otros que engrosarían la lista que define e identifica antropológicamente a grupos claramente definidos más en el ámbito urbano que en el rural.
Artículo de Carles Sans Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Entre pijos y progres anda el juego
Ante las elecciones municipales, los cansados de tanta progresía tendrán que inventarse a un pijo que defienda una Barcelona distinta, y los progres tendrán que insistir en que su 'sostenibilidad' en el Ayuntamiento sigue siendo buena para la ciudad
Ada Colau, en el pleno municipal. /
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