Cuando eran niñas, las hermanas Brönte, Charlotte, Emily y Anne, escribían historias que luego protagonizaban los muñecos soldado de su hermano Branwell. El propio Branwell también las escribía. Si se visita la casa en la que crecieron –una casa parroquial aislada, situada en mitad de Ninguna Parte, Yorkshire, conocida hoy como Brontë Parsonage Museum–, puede imaginárselas doblando las páginas que convertían en pequeños libros, libros tan pequeños como cartas de juego. Porque todo en esa casa sigue como lo dejaron, solo que en un tiempo desordenado, porque todo ocurre a la vez ahora que ya ha ocurrido. Hay cartas a medio escribir aquí, una taza de té allá, un periódico que tal vez el reverendo –y padre solitario, Patrick Brönte– leyó distraídamente una mañana. Hay tinteros, un sofá que es el sofá en el que murió Emily, y, desde hace apenas una semana, un diminuto original que es el diminuto original más caro de la historia.
QUEMAR DESPUÉS DE LEER
Cazar un tesoro literario
Charlotte Brönte escribió a los 13 años un poemario con aspecto de valiosa miniatura. El diminuto manuscrito, confeccionado por ella misma, y rescatado hace un par de semanas por The Friends of the National Libraries, ha vuelto al lugar en el que fue concebido "para nadie", la casa familiar, ahora el Brontë Parsonage Museum.
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