Artículo de Jordi Puntí Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Cada palabra, una vez

Sin la red de seguridad de un Estado protector debajo, la sensación es que hay palabras que pronto se extinguirán, como el último ejemplar de un rinoceronte de Java

La librería Taifa de Barcelona. / Sergi Conesa

Llevo unos días leyendo 'I si' (Arcàdia), el ensayo de Adrià Pujol Cruells que ofrece una serie de “especulaciones sobre lenguaje y literatura”. Es un libro divertido, juguetón, mordaz, polifónico ya ratos lenguaraz. Como un contrato entre autor y lector, es uno de esos textos en los que hay que leer la letra pequeña porque allí está el meollo: las notas a pie de página —y las notas de las notas, y las notas a las notas de las notas—. Muy al principio, entre los meandros de la digresión, Pujol Cruells perfila una especie de poética de su gesto literario (traduzco): “Yo me he hecho la ilusión de escribir al menos una vez cada palabra catalana”, dice, y sigue: “Trato de hacerlas vivir, que no suenen del todo extrañas por mucho que lleven cien años bajo el polvo del diccionario, en las cacofonías locales o en las cunetas del franquismo”. Es una idea bonita y algo melancólica, pero sin el dramatismo de esos escritores que durante el franquismo escribían —bien o mal— “para salvar las palabras”.