En enero de 2019, Frenkie de Jong parecía un futbolista diseñado por los dioses para triunfar en el FC Barcelona. Lo tenía todo: pedigrí (hablamos de un centrocampista de la escuela holandesa que triunfó en el Johan Cruyff Arena), talento, elegancia, polivalencia, juventud y hasta buenos modales. Dos meses después de que Josep Maria Bartomeu se asegurara su contratación por 75 millones de euros más variables en una de las pocas operaciones de la anterior junta directiva que en su momento nadie consideró oportuno censurar, el prodigioso Frenkie se convirtió definitivamente en el novio del barcelonismo al liderar aquel Ajax que asaltó el Santiago Bernabéu (1-4) y dejó al Real Madrid fuera de la Liga de Campeones. Por entonces, el porvenir de De Jong generaba un raro consenso en el planeta fútbol: en un plazo no superior a tres años, estaba llamado a ser uno de los centrocampistas más dominantes de Europa.
Análisis
Tenemos que hablar de Frenkie
Frenkie de Jong visiblemente decepcionado tras encajar el tercer gol durante el partido de vuelta de los cuartos de final de la Europa League contra el Eintracht de Frankfurt /
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