ANÁLISIS

La herencia infinita

Bartomeu, con Laporta detrás, en un acto en el Camp Nou en 2015. / Marc Casanovas

Laporta asistió atónito al festival del Eintracht como aquel transeúnte que presencia un robo. Indignado. De hecho, su primer impulso fue culpar a los socios de haber revendido sus carnets. Tras un análisis más profundo, y activado el aspersor de responsabilidades, en medio de una autocrítica discreta, aparecieron nuevos culpables, entre los cuales volvió a aparecer, inesperadamente, la herencia.