Poco a poco el Barça fue rompiendo platos. Primero los rompió Eric García, que se quedó con la cara desvaída, sin palabras, la boca fruncida como si hubiera cometido pecado delante de Dios, y después vino el gol de penalti provocado por su desvarío, cuando sólo habían pasado cuatro minutos de lucha infructuosa contra el equipo de las charcuterías.
GOLPE FRANCO
Las cosas que nadie rompe, pero se rompieron
Los jugadores del Eintracht celebran el 0-1 con su afición en el Camp Nou. /
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