En los últimos días dos acontecimientos me han sumido en una nostalgia de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. El primero, hacía meses que se venía anunciando y la expectación era máxima: Antònia Font volvía y sacaba nuevo disco. En un primer momento, la noticia me alegró. Pero el sentimiento generalizado de euforia de estos días por el retorno del grupo me hizo pensar. ¿Qué es lo que nos hace tan felices? ¿Que vuelva Antònia Font o que vuelva la persona que éramos cuando les escuchábamos, hace ocho años? Yo hace ocho años era muy distinta a la que soy ahora. Para empezar, soy madre de dos niños pequeños, así que estoy un poco lejos de la mujer libre y sin compromisos que cantaba a pleno pulmón, “Patxanga, que jo només vull patxanga total” con un cubata en la mano, sin mascarilla ni pandemia mundial de fondo o que bailaba desenfrenada su 'Wayeah!' con colegas, saltando y cantando como si ni la madurez ni el tedio fueran capaces de alcanzarnos nunca. Volveremos a escuchar a Antònia Font aunque eso no nos convierta en los que éramos hace ocho años, pero el poder de la música probablemente hará que pensemos que lo somos. Y supongo que ahí está la magia.
Artículo de Marta Buchaca Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Perdonen la nostalgia
Dos acontecimientos me han sumido en el “cualquier tiempo pasado fue mejor”: el regreso de Antònia Font y un documental sobre La Cubana
Actores y actries de Teresinas S.A.
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