El lunes estaba nublado en Pamplona, pero no llovía. Habíamos llegado un par de días antes porque me habían invitado a dar una charla en la biblioteca de la ciudad, un edificio enorme y espacioso como una terminal de aeropuerto, con un auditorio con unas butacas tan cómodas que mi acompañante incluso se durmió. Ricardo Pita, sabio de la ciudad y maestro y amigo de mi adorada Margarita Leoz, conducía la conversación. Nos habíamos conocido unas horas antes en el Café Iruña, donde decían que Hemingway pasaba muchos ratos cuando visitaba Pamplona, y después de la charla hicimos aprecio cenando juntos y hablando de literatura bajo la luz naranja de las farolas del párking de la biblioteca.
Artículo de Natàlia Cerezo Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Una nueva luz
Recorrimos las calles del centro, saludamos a la estatua de Hemingway, buscamos peces bajo los arcos del parque de la Media Luna. Y entretanto, palabras profundas y superficiales, tristes y alegres
Atardecer en Pamplona. /
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