De pequeño, tras dedicar horas a levantar un castillo –fuese de arena o piezas del Exin–, cuando más disfrutaba era derribándolo. De forma brusca, gozosamente y sin mala conciencia. Por eso no riño a mi hijo cuando los chafa con una sonrisa en la cara. ¿Dónde radica ese turbio placer demoledor? Con los años me he tenido que ir convirtiendo en protector de lo erigido. Valoro el tremendo esfuerzo que supone levantar algo.
Artículo de Juli Capella Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Destruir edificios en Ucrania
La arquitectura no logra jamás escapar de su expresión política. Por eso hay que destruirla y arruinarla
Ancianos junto a los restos destruídos por las bombas rusas de su vivienda en la localidad de Kharkhiv, Ucrania. /
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