Hay llamadas inolvidables, cuando la asepsia del teléfono se convierte en un llanto amortiguado por la distancia, pero no menos agrietado. Recuerdo tres: la de mis hermanos, cuando murió mi padre; la de un amigo, en la muerte de Modest Prats; y la de Ernest Folch, el día de San Juan del año pasado. Nueve meses después, se publica un libro que repasa la trayectoria humana e intelectual de Xavier Folch, el hombre que siempre estaba ahí y que nos hizo, a muchos de nosotros. Quiero decir que su presencia fue una constante, discreta y efectiva, en el mundo en el que vivimos (solo hay que recurrir al índice de nombres para hacerse una idea) y que ayudó a nacer y a formar a más una generación de escritores. Estos 'Materials per a una biografía' recogen algunos de los textos que él escribió, dispersos y difíciles de encontrar hasta ahora. En uno de los últimos (quizá el último, en febrero de 2020), hablaba de Modest Prats y escribía: “Seguimos siendo un país derrotado. Si somos capaces de salvar el futuro será gracias a personas como él”. No sé si sabremos. Vivimos en el pesimismo gramsciano de la inteligencia que personas como Folch confrontaron con la voluntad optimista que ahora echamos tanto de menos.