Tiempos difíciles Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El peligro del quietismo ante el malestar social

Debemos tener claro que, o hay respuestas profundas y que van a la raíz de los problemas, o las salidas a la desesperación tienen todos los números de ser reactivas

Cientos de refugiados huyen de la guerra en la estación de Lviv. / EFE/ Borja Sánchez Trillo

Si se hurga en los barómetros del CIS, se observa que desde la recuperación democrática han sido más los ciudadanos que se han sentido satisfechos con el funcionamiento del sistema democrático que los que pensaban el contrario: esto es así desde inicios de los 80 hasta 2010. Es entonces cuando empiezan a notarse los efectos de la crisis económica –que tiene también su vector político y territorial– y ya no hay marcha atrás en la desafección. Es más, centrándonos en el caso catalán, para el que tenemos una serie histórica sólida, el mantenimiento de un sentimiento de desapego es evidente. Hasta 2008, y de manera sostenida, más de un 60% de los encuestados por el ICPS mostraba su satisfacción por el funcionamiento del sistema democrático, cifra que cae en 2009-2010 y consolida su descenso en 2012, situándose en un residual 20% sin casi fluctuaciones.