Guerra en Ucrania Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Su guerra, nuestro dinero

Si los tanques de Putin han entrado hasta Kiev no es solamente porque es un malvado. Es también porque se lo hemos permitido, y porque ya hace tiempo que dejamos que sus oligarcas nos compren. Quizás porque lo que nos importaba no era su guerra sino nuestro dinero

Vladimir Putin

Putin es el Mal, ¿pero qué hemos hecho nosotros para pararlo? Nada ejemplifica mejor las debilidades y contradicciones de Occidente que el humillante logo de Gazprom, que hasta este lunes exhibía la UEFA en su página web. Putin entra en Ucrania, mata a inocentes y hunde la vida de millones de personas pero a Europa le cuesta horrores hacer algo tan básico como desconectar el fútbol de su dinero. La historia de Gazprom es en realidad la que probablemente mejor define los titubeos de la estrategia europea ante el avance de un loco a las puertas de sus propias fronteras. Gazprom se fundó en 1989 como resultado de la privatización de la empresa de gas estatal, y fue uno de los incontables robos que perpetraron las élites rusas a un Estado fallido tras el derrumbe de la Unión Soviética. Cuando los oligarcas ya le habían sacado todo el jugo, fue renacionalizada parcialmente por Putin, convirtiéndola entonces en la gran herramienta de su política interior e exterior. Gazprom es, desde hace años, una fabulosa máquina de hacer dinero (solo en 2021 ganó la friolera de 18.000 millones de euros) y da trabajo a más de 450.000 personas. Curiosamente, uno de sus empleados es el excanciller alemán, Gerhard Schröder, que a día de hoy sigue cobrando 600.000 euros anuales solo por formar parte de su consejo directivo. Es más que probable que Putin le agradeciera así el crédito de más de 900 millones de euros a Gazprom que, siendo él canciller, autorizó el Gobierno alemán. También se entiende mejor por qué Schröder hizo a Alemania dependiente del gas ruso (actualmente, supone el 35% del total alemán), y se entiende menos por qué nadie hizo caso al presidente ucraniano, Zelenski, cuando hace ya unos meses advertía de que el gasoducto Nord Stream era una "inigualable arma política".