Desolación. Rabia. Ganas de abjurar de la especie bípeda. Profunda tristeza y desconcierto. Ni en la más oscura de mis pesadillas habría imaginado que las bravatas de Vladímir Putin culminarían en la invasión de Ucrania, como tampoco lo vislumbraba el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien la semana pasada aseguraba: «No hay motivo para el pánico». Podían aventurarse escaramuzas en la región del Donbás, dividida en los ‘oblast’ (unidades administrativas) de Donetsk y Lugansk, cuya independencia ya ha reconocido el Kremlin, pero jamás de los jamases que los tanques rusos alcanzarían Kiev. De nuevo el filo de la guadaña se cierne sobre la vieja Europa, donde cada centímetro de frontera es una cicatriz mal cosida. Sangre, refugiados, vidas rotas, economías devastadas… ¿Otra vez? ¿Qué locura es esta?
Conflicto en Europa Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Guerra de Ucrania: la tragedia que comenzó a mascarse hace 30 años
La terrible invasión de Ucrania, de consecuencias imprevisibles, tal vez habría podido evitarse con diálogo y la ‘finlandización’ del país
Un tanque en las calles de Donetsk. /
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