Modelos estereotipados Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El mal buen patrón

La elogiada película ganadora de los Goya, además de aciertos cinematográficos, contiene un discurso maniqueista y trazos de comedia demasiado gruesos que distorsionan la imagen empresarial

Javier Bardem, en ’El buen patrón’, de Fernando León de Aranoa /EL PERIÓDICO

'El buen patrón' ha recibido no pocos elogios. En parte se justifican por el regocijo que en este país produce reírse a mandíbula batiente de un viejo tabú que ya no lo es tanto, como es el caso de la empresa. La película más nominada de la historia de los premios Goya cuenta con un Javier Bardem formidable -quizás sea la mejor interpretación de su carrera- en el papel de un empresario paternalista que ha heredado el negocio de su padre, decidido a que sus empleados le rindan vasallaje recurriendo a las argucias y al chantaje. También propone una salvaje crítica mordaz con un discurso maniqueo y un trazo demasiado grueso, en un contexto intencionado supuestamente útil para los fines propagandísticos de quienes lo financian con dinero público y que resulta, además, bastante grosero. El espectador más atento tiene la oportunidad de comprobarlo enseguida nada más que el plano se posa en el arco de entrada de la fábrica con el nombre Básculas Blanco y observa atónito una reproducción del pórtico de Auschwitz, donde todavía figuran las abominables palabras 'Arbeit macht frei' (El trabajo hace libre) que forman parte de la literatura nazi del exterminio. Un guiño evidentemente desproporcionado que rebasa cualquier lógica al establecer una comparativa ausente de gracia entre un campo de concentración en el que se gaseaban seres humanos y un lugar de trabajo. Igual que resulta demasiado cruel la insistencia en el escarnio del empleado de seguridad de la puerta, al que no le faltan motivos para despedirse y que únicamente aguanta las vejaciones con la esperanza de no perder su puesto.