Cuando se estableció el Estado de Israel, el entonces hombre fuerte David Ben Gurion negoció con benevolencia con los judíos ultraortodoxos y les concedió ciertas prerrogativas. En 1948, después de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, Ben Gurion y todo el mundo pensaban que los ultraortodoxos que quedaban, que apenas constituían un pequeño grupo, eran una rémora del pasado, un mundo que se estaba yendo para siempre, y que se encontraban al borde de la extinción. Imparable, la vida moderna pronto se encargaría de dar cuenta de ellos, puesto que su misma existencia solo se justificaba bajo las características de la diáspora judía que había desaparecido con la creación del nuevo Estado.
Demografía Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Cómo crece la religión: el caso de Israel
En 2050, la población ultraortodoxa será la tercera parte de toda la población judía del país, una previsión que sin duda acarreará un sinfín de problemas y complicaciones al Estado
La comunidad ultraortodoxa asiste al funeral de uno de los fallecidos en la estampida de Lag Baomer. /
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