No lejos los tiempos en que era tan habitual escuchar aquello de «no soy machista, pero detesto el feminismo» o «no soy homófobo, pero los gays no deberían adoptar», algunas instituciones y representantes de nuestra clase política se empeñan en alimentar un tipo de lenguaje con el que tratan de preservar el nicho electoral a costa de no hacer avances. A medida que aumenta la polarización y la desvertebración del discurso vuelve a ganar terreno, los líderes de opinión, sean diputados, columnistas o miembros de la Conferencia Episcopal, aparejan en el relato la contraposición de conceptos antagónicos, con el objetivo de defender el que más se ajuste a su ideario. Las clases dirigentes han sublimado al rango de ideología el razonamiento reservado a las cuestiones domésticas, hasta convertir la conjunción 'pero' en el nudo gordiano con el que se busca ganar por KO los debate, sin interés ninguno por la transparencia y por la verdad.
Arenas movedizas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Ni peros ni peras
La política y muchas instituciones han normalizado como parte de su argumentario apropiarse del ventajismo de una idea para acto seguido defender la contraria
Casado visita una granja extensiva de vacuno para arremeter contra Garzón /
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