Me gusta imaginar una caja de zapatos que cada noventa minutos da una vuelta completa a la Tierra. Me gusta imaginar la fragilidad del nanosatélite que pesa diez kilos y que es una especie de mecano de tres cubos apilados que desafían la inmensidad del espacio en una órbita baja, a poco más de quinientos kilómetros de la superficie del planeta y que, objeto nada fútil, se encarga de conectar, prever, avisar, monitorizar y recoger datos, siempre beneficiosos para el progreso de la sociedad. Escucho al fundador de la empresa Sateliot, responsable de la elevación, el mantenimiento y la futura constelación de satélites similares, y al oír a Jaume Sanpera entiendo aproximadamente lo que significa un proyecto ambicioso que acaba de ampliar capital con las aportaciones de Indra y Cellnex y que apuesta por “el inicio de una revolución global, disruptiva”. Dice que son como las torres de comunicación terrestres, pero en el espacio. La capacidad de establecer vínculos, de confeccionar una estructura con talento de aquí y con proyección universal. Excelente noticia, la de esta caja (y las que vendrán) que contemplamos con la imponente mirada de la eternidad y el trepidante ritmo de la mirada de los siglos.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La futura constelación de los nanosatélites de Sateliot
Me gusta imaginar la fragilidad de esta especie de mecano de tres cubos apilados que desafían la inmensidad del espacio en una órbita baja
Imagen virtual de la futura red de nanosatélites de Sateliot
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