Abandono Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

¡Vivan los elefantes!

El cultivo de los afectos cede ante una búsqueda obsesiva de sensaciones placenteras, que alimenta el rechazo a cualquier cosa que incomode

Esquela de Antonio Martínez Barreiro. / FDV

Dado que el saber no ocupa lugar y que el aprendizaje me sigue pareciendo de lo más placentero, el otro día me interesé por cuántas neuronas alberga nuestro cerebro. Y son un montonazo: más de 80 billones. Se entiende, pues, con tamaño barullo que los cables se crucen a veces de la manera más insospechada. Cómo explicar, si no, que pueda establecerse alguna relación entre la muerte de un animal en el zoo de Barcelona y la esquela de un hombre en Vigo. Vale, pues ya lo siento, pero yo sí veo esa conexión; serán mis neuronas. Por un lado, tenemos a Wilson, de 22 años, una edad extraordinariamente longeva para un suricata. Por el otro a Antonio, que con 92 también ha militado en la banda alta de la veteranía. Ambos han compartido algo indeseable en el último tramo de sus vidas: el abandono. Wilson llevaba años completamente aislado ya que la manada le repudió, por viejo; los suricatas son una especie matriarcal donde los machos pelean por el favor de las hembras y expulsan a los que ya no sirven para eso.