Ciertamente vivimos en el límite del susto. Cuando parecía que volvíamos a ir (más o menos) bien, tímidamente, eso sí, de repente nos llega información sobre el sublinaje sigiloso del ómicron, que es un sintagma que nunca habríamos podido imaginar que escribiríamos o que pensaríamos. Aprendemos a toda prisa palabras nuevas, términos que desconocíamos, como este sublinaje o como subvariante y, de entrada, pensamos que la nueva mutación no será tan difícil de combatir, porque no deja de ser un subproducto que no merece la elevación a la categoría que otorgan las letras del alfabeto griego. Ahora tocaría la variante 'pi', pero parece que la sigilosa no llega a ese nivel. Y alguien (¿un científico enloquecido? ¿un poeta de laboratorio?) decide que es sigilosa, es decir, discreta, escurridiza, serpenteante. Hay un síndrome que se llama 'doomscrolling' y que consiste en una adición extrema a las malas noticias, un no parar de buscar desgracias actuales y futuras en las redes. No hace falta sufrirla, porque resulta que vienen solas, sin avisar. Quizás la mejor opción es la de mi amiga, que pone humor y un punto de distancia ampurdanesa: “¿Sigilosa? ¡A ver, como si las demás avisaran con trompetas!”.
Pros y contras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Y ahora, el sublinaje sigiloso del ómicron
Hay un síndrome que se llama 'doomscrolling' y que consiste en una adición extrema a las malas noticias. No hace falta sufrirla, porque resulta que vienen solas, sin avisar
La ómicron «sigilosa», subvariante de la original, ya está en Mallorca
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