Silvia Federici defiende que la caza de brujas fue una herramienta del precapitalismo para la creación del nuevo individuo: el individuo que somos ahora, evolucionado y adaptado a las nuevas demandas del mercado, que son tantas y que se cuelan por todas partes. La caza de brujas abre una rendija en las comunidades: tu vecino, que hasta ahora formaba parte de una cadena infinita para el bien común, ahora es susceptible de convertirse en tu enemigo. Ante este nuevo individualismo, en que la red se deshace y empieza lo que hoy en día podríamos llamar competencia, la mujer —hasta entonces parte fundamental de la comunidad y de esta red compartida— queda recluida dentro del hogar. No se queda de cualquier manera, hay un modelo que la sociedad premiará: sumisas, obedientes, asexuadas y resignadas. Las brujas quemadas, perseguidas y torturadas eran el aviso definitivo: si no quieres acabar como ellas, sé una buena mujer. Una mujer como es debido.
Memoria histórica Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Las brujas y el capitalismo
Las hechiceras de entonces llegan hasta hoy. Son las malfolladas. O las histéricas. O las feminazis
Ilustración de la exposición ’Por bruja y envenenadora. La caza de brujas en Catalunya’. /
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