Geopolítica Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

¿Pero qué narices hacemos en Ucrania?

El ansia de Pedro Sánchez para contentar al presidente Biden recordó peligrosamente a la sumisión desesperada que mostraba Aznar a Bush justo antes de que este lo aceptara en el selecto club de Las Azores

Pedro Sánchez, al teléfono, siguiendo la situación en Ucrania en contacto con representantes de las instituciones de la UE y líderes europeos. / MONCLOA / BORJA PUIG DE LA BELLACASA

Hay que preguntarse por qué España, pudiendo tener un perfil bajo, prudente y secundario en la inquietante crisis de Ucrania, prefirió empezar a gesticular a favor de Estados Unidos en una reunión teatralizada entre Albares y el secretario de Biden en Washington la semana pasada. Las ridículas prisas del Gobierno español para ser de repente el primero de la clase en la OTAN y el amigo más fiel de los americanos desembocó en el envío urgente y sobreactuado de una fragata militar desde El Ferrol hasta el Mar Negro y en una frenética ronda de llamadas de Pedro Sánchez a múltiples líderes europeos, que debían preguntarse asombrados a qué venía tanto frenesí español. Por un momento, el ansia de Pedro Sánchez para contentar al presidente Biden, que hasta hora solo le ha concedido una audiencia de 15 segundos en un pasillo de la OTAN, recordó peligrosamente a la sumisión desesperada que mostraba Aznar a Bush justo antes de que este lo aceptara en el selecto club de Las Azores: allí, poco después de poner los pies encima de la mesa, Bush, Blair y Aznar apretaron el siniestro botón que se llevaría por delante más de cien mil vidas.