Hay guerras que parecen necesariamente condenadas a incrustarse en la memoria colectiva, generación tras generación. Nunca se desvanece la estela dejada por la carnicería como un tajo sin sanar; se mantiene como un recuerdo reciente, aunque haga muchos decenios que callaron las armas y que murieron todos o la mayoría de los combatientes. Cuando aparece en los medios la fotografía sonriente de Ana Frank, sentada en su escritorio de colegiada, renace la sensación de que la guerra sigue ahí tantos años después de que muriera de tifus en el campo de Bergen-Belsen, como si el final de la batalla fuese cosa de ayer.
Ana Frank Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Guerras que nunca acaban
Para evitar la repetición es preciso no dar los conflictos bélicos por amortizados, sino tenerlos como algo presente y aleccionador
Ana Frank.
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