Cuando la tasa de inflación subyacente se pone fea, es que la situación es más complicada de lo que pudiera parecer. El año 2021 terminó con una tasa general de inflación del 6,5%, la más elevada en 30 años. De no haber sido por las rebajas fiscales sobre el recibo de la luz, la inflación habría llegado al 7,3%, según el INE. Echar la culpa de la elevada tasa de precios al efecto escalón respecto a un 2020 rasgado por la pandemia o a la subida de elementos volátiles, como la energía, pudo servir cuando se pretendía restar drama a los datos con el argumento de “esto va a ser transitorio”. Pero cuando las elevadas tasas contaminan a la inflación subyacente, el problema empieza a tomar un cariz más preocupante.
Apunte
La espiral ya está en marcha
Si la inflación subyacente, despojada de los precios más volátiles de energía y alimentos, se instala por encima del 2% es que la espiral ya está en marcha
En la imagen, lámparas en una tienda de iluminación. EFE/Javier Belver/Archivo
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