Es esta una palabra poco usada y diría que desconocida por gran parte de la población: 'alipori'. Su uso en el habla habitual –en lo que vengo oyendo por donde acerco, cauto, la oreja– se reduce a lo esporádico, y salvo en algunos artículos culteranos, muy pocas veces la he visto escrita. Yo la aprendí como una más de uso común y corriente en la jerga de mi oficio. Cuando debuté en esto del teatro –54 años son ya pasados, como diría el clásico– la escuchaba habitualmente de boca de los actores mayores, sobre todo en aquellas conversaciones en las que se dedicaban a considerar el trabajo poco afortunado de algunos compañeros: "¡Qué alipori, por Dios, qué alipori!", o "daba tanto alipori que me salí del teatro por no seguir sufriendo", o "una actuación de alipori, sin paliativos". Entendí enseguida que alipori venía a significar "vergüenza ajena" pero con algo más, como si a ese sentimiento de vergüenza se le añadiera la aflicción de ver a alguien de la familia (la natural o la profesional, da lo mismo para el caso) haciendo el ridículo de manera tan notoria. Recuerdo bien que su empleo iba acompañado, casi siempre, de un rictus de conmiseración. No había regodeo ante el ridículo ajeno. Era más un resignado "¡qué pena!" que un pérfido "¡qué alegría!"
Las 'macrogranjas' Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Alipori: vergüenza ajena
Estos últimos días ha vuelto la palabra a mi boca, y ha vuelto la incomodidad, al ver el cinismo y la hipocresía de Pablo Casado en una explotación ganadera
Casado, en una explotación ganadera en Ávila. /
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