Hay detalles sutiles que nos hacen contemplar esta vida recluida y tenue con otros ojos. Les explico el caso de una amiga, positiva de covid, que hace saber a sus amigos, con discreción, la evolución de la enfermedad a través del arte, cuadros que ella elige y que definen, día a día, su estado. Empieza con 'La pereza' de Ramon Casas, continúa con el retrato de una mujer (¡siempre son mujeres!) de Isidre Nonell y después viene otro Casas, la 'Joven decadente'. Personajes tumbados en la cama, solitarios, doloridos, sometidos a la losa del cuerpo baqueteado. Al cabo de unos días, cuando ya empieza a recuperarse, propone 'Sol en el salón con mujer leyendo', un óleo de Peter Ilsted con reverberaciones de Vermeer y lazos con Hammershøi. La luz exterior es pulcra, pero subyace el misterio: hay una chica sola sentada en una silla; ya puede leer. Se huele el final. Al día siguiente 'habla' Caspar David Friedrich: una mujer que mira por la ventana y unos chopos al fondo. Poco a poco, de forma gradual, sin palabras, mi amiga ha escrito un íntimo relato, el paso del abatimiento a la claridad. Ya estará curada. Un día de estos quizá nos sorprenda con un Sorolla de esos tan fulgurantes. Una mujer junto al agua.