El desliz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Almudena Grandes en la diana

En la brega política, los malos deseos y peores desplantes se reservan para los trabajadores de la cultura, convertida en arma arrojadiza. Se ha puesto de moda ciscarse en los muertos de los demás

El poeta y marido de Almudena Grandes, Luis García Montero deposita un ejemplar de su libro ’Completamente viernes: 1994-1997’ en el nicho donde será enterrada la escritora este lunes al Cementerio Civil de Madrid.

No me puedo imaginar a los familiares y amigos de Almudena Grandes sentados en el salón de plenos del Ayuntamiento de Madrid en la sesión en que se la declare hija predilecta de la capital, aplaudiendo a quien la presidirá, el alcalde José Luis Martínez-Almeida, que ha dicho en letras gruesas que no merece tal dignidad. Ese tren ha pasado, otros días vendrán, y nuevas ediciones de sus libros que la harán poco menos que inmortal en su ciudad y en las nuestras. Tras la falta de respeto exhibida por el preboste conservador hacia una persona muerta, arrancada demasiado pronto de los suyos y de sus lectores, bien harían los tres concejales de izquierdas que lograron el compromiso de darle ese honor en romper su pacto y dejar al pobre hombre sin sus presupuestos. Así se vería obligado a arrastrarse un poquito más ante la ultraderecha, el público al que desea contentar lanzando sus dardos contra la escritora. Así se le haría muy larga la legislatura, como una buena novela de Grandes, a ese político que es más de tuits facilones y de titulares que se echan al monte.